Hola de nuevo desde el cielo. Como ya os avisé la última vez que me comuniqué con vosotros al final me han echado del trabajo. No cumplía bien muy función de preparar los dormitorios para los recién llegados. Pero estoy muy contento porque ahora tengo mucho más tiempo libre (que ironía, tengo todo el del mundo) e incluso he conseguido una mascota que me hace compañía. Pero no se trata de cualquier mascota, sino que es el perro de Goya. Sí sí, de Goya. Y esto significa mucho para mí porque más allá de que Goya fuera mi pintor favorito cuando yo estaba vivo, aquí, en el cielo, se ha convertido en un gran amigo mio. Y como me veía muy apenado por lo del trabajo pues decidió regalarme a su perro. Pero no es un animal normal sino que tiene algo que le hace especial. En el Museo del Prado, en Madrid, en un pequeño rincón al que la gente no suele prestarle mucha atención hay un cuadro del que hoy es mi perro. Aparece en la parte inferior de la pintura, agazapado ante algo que le aterroriza. Parece estar mirando a una tormenta o algo parecido. Los historiadores del arte han dado muchas explicaciones a esta tormenta. Han dicho que lo que el perro veía era el horror de la guerra, otros de la violencia. Pero ahora estoy convencido de que lo que el perro veía era la muerte, que representa a todo lo anterior. Si alguna vez pasáis por el Prado, no os dejéis sin mirar el cuadro de mi perro, porque os puede cambiar la vida.
Hasta pronto